No esperaba grandes respuestas, no lo hacía para recibir
reconocimientos. Aspiraba un simple “gracias” acompañando a su
nombre. Era lo máximo para ella, escuchar esta palabra como
reconocimiento de todo su esfuerza, de toda su dedicación, y su
nombre que le daba identidad, la hacía persona, un ser humano y no
una maquina de limpieza y de cocinar. Parecía tan poca su
expectativa pero ni eso conseguía. La gente muy pronto se acostumbra
que las cosas estén hechas, que tengan que estar hechas, no se
pregunta quién está detrás de cada cosa, de cada trabajo bien
hecho. Con mucha más facilidad estamos dispuestos a personalizar la
culpa que el agradecimiento. Devuelve a la gente sus nombres reconoce
sus esfuerzos. Cuando serás capaz de ver el cansancio el sacrificio
vivirás más agradecido.
Feliz miércoles de gratitud.

No hay comentarios:
Publicar un comentario