sábado, 9 de abril de 2016

Sin Competir

Las competiciones le daban alergia. Nunca buscaba destacar. Los cercanos le tachaban de cobarde. Le decían que no tenía ambiciones, que no tenía honor. Siempre frente a sus ojos se presentaba a los mejores como una mantra repetían sus nombres y él… en la sombra. Disfrutaba los logros de sus amigos y familiares, aplaudía cada éxito, pero más que todo eso apreciaba la paz de los amaneceres cuando todo es todavía posible y las atardeceres cuando lo que podía suceder ya sucedió o no porque lo dejamos pasar. No quería ser el primero, quería ser bueno en lo que hacía, dar todo de sus talentos y capacidades, pero encima de todo quería ser feliz. Solo en la paz y solo dentro de si mismo podía sentir la felicidad. Ésta no le llegaba ni con diplomas, ni con premios, ni con los reconocimientos. La paz interior nunca es frustrante y no es apta a la competición, simplemente se vive y se comparte. 
 
Feliz sábado sin competir.

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