Las montañas desde siempre
han llamado su atención. Algunas pequeñas otras grandes y
majestuosas, todavía otras sagradas, respetadas, tomadas siempre
como referencia. Invitaban desde lejos para visitarlas, subir a su
cima. Ofrecían unas vistas hermosas y posibilidad de encontrarse con
uno mismo con los demás, sentirse más cerca de Dios tocando con los
dedos el cielo. Se han convertido en el símbolo de la vida, de los
altos y los bajos por los que nos toca pasar. Es que casi nunca es
plano el camino de la vida. Tenemos las montañas de alegría los
valles de tristeza. A veces cuesta arriba a veces cuesta abajo.
Siempre con otra posibilidad en frente y otra experiencia atrás.
Invita a avanzar a no quedarse en un lugar. Las subidas suelen cansar
hay de los que desisten a mitad de camino, pero una vez arriba nos
espera la recompensa. Es casi imposible que la vista nos defraude.
Todo cambiando con el tiempo con la luz. Si hay nubes bajas o niebla
incluso en un cerro con vista hermosa no vemos nada, solo nos queda
esperar, porque si algo no se ve en un momento no quiere decir que no
existe. Es cuestión de estar en el lugar adecuado en el tiempo
preciso. Si las cosas no coinciden solo hay que tener paciencia.
Esperar y avanzar buscando lo que se quiere.
Feliz viernes de un monte.

No hay comentarios:
Publicar un comentario