Había cosas que no toleraba.
Cada vez que encontraba ciertas actitudes, se molestaba enormemente,
murmurando comentarios, haciendo gestos bruscos y tragándose todo.
Eso no le permitía dejar de fumar. Ni sus gestos, ni sus comentarios,
hacían cambiar a la gente. Ya hace tiempo se ha inmunizado a sus
actitudes. El cargaba con la etiqueta de gruñón, ellos seguían
haciendo cosas a su manera. A la hora de la verdad el único
perjudicado de toda la situación fue él y su salud. Las cosas no
iban a cambiar, ni con mil enojos. Uno tiene que aceptar que el mundo
gira de otra manera de la que queremos nosotros, que lo que para uno es
importante, para otros carece de la importancia. Tenemos que asumir
en paz todas las diferencias, la otredad de cada persona. Convertir
los enojos en las sonrisas y atraer así, en vez de espantar.
Feliz
jueves sin enojos.

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