sábado, 3 de agosto de 2013

EL ARCO IRIS


En la vida hay momentos especiales que nos hacen sentirse diferente. Descubrimos que somos parte de algo, que existe una invisible y extraña conexión entre nosotros y el universo. Todos, algún día nos quedamos maravillados por el arco iris pintado en el cielo. El mundo iluminado por un sol, que ha discutido con la lluvia, llegando a un acuerdo, que en el mundo hay lugar para todos. Nos sorprenden los colores, la forma perfecta, la claridad del aire. Es tan difícil no dejarse cautivar por ese espectáculo del luz, del agua y del aire. Sabemos que no es suficiente mirar, hay que ver, intentar a entender lo que nos dice y enseña el universo.

Descubrimos, que mientras más claridad hay, mejor y más lejos se ven las cosas. La claridad nos llega con la luz. Esta luz que nos ofrecen los que son capaces de caminar, de salir de su mundo seguro, de sus escondites, de rutina, de las reglas, de costumbres impuestas. Para llagar a la luz muchas veces hay que cansarse caminando la noche, los antiguos con tristeza e impaciencia esperaban que amanezca, que se vea la luz, la claridad1. La luz compromete a los que caminan, les muestra muchos caminos y obliga tomar decisiones, elecciones, que condicionarán su caminar. En la oscuridad, solo existe un camino, por él cual siempre hemos caminado. Hay gente que camina por la noche por buenos caminos que ya conocen, pero siempre lo hacen buscando la madrugada.

Cada camino en la vida nos lleva a algún punto, nos pone en camino de encuentro, de algo o de alguien... Claro solo se puede encontrar con alguien, si una ya se ha encontrado con uno mismo. Si no se encuentra consigo mismo, no sabrá que se encuentra con alguien que es distinto a él o ella. La gran sorpresa es ver a lo distinto, porque ver lo mismo, solo sirve para describir los pobres resultados de nuestra percepción. Ver lo diferente nos ayuda llegar más allá, nos ayuda ver un sinfín de las diferencias que enriquecen y pintan de colores como el arco iris el paisaje. Ver al diferente me ayuda en plenitud a conocerme a mí mismo.

Los encuentros hacen conexiones con los mundos que vivimos, con los mundos que somos. Vernos, conocernos, es un desafío que exige que se abra nuestro corazón y nuestra mente a recibir, a deshacerse de esquemas, a dejarse sorprender. Triste y sin sentido es el caminar del que no quiere darse el lujo de sorprenderse... no sirve para nada el caminar del que todo lo sabe, que lleno su mundo de reglas y esquemas, en los que coloca a todo y a todos. El caminar nos lleva a otros niveles de nuestro conocimiento, de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos rodea...

El arco iris se empieza en un lugar, recorre su camino en el cielo, su parte de circulo y llega a otro lugar. Siempre salimos de un lugar concreto de nuestro caminar hasta ahora, de nuestra vida. Tenemos a nuestras espaldas y en nuestra cabeza todo el equipaje de las experiencias vividas, todos los sufrimientos sufridos, todas las lagrimas lloradas y alegrías gozadas. A veces llevamos más de una que de otra cosa, eso de alguna manera condiciona nuestro caminar... tal vez hará más fáciles o difíciles los pasos, los encuentros. Sabemos que el caminar, subir la sierra se puede mejor, cuando nuestro cuerpo es flexible, cuando no somos rígidos. En la vida se puede caminar mejor, cundo estamos dispuestos de mover los esquemas, cuando dejamos espacios a los demás, a los que no ven de igual manera, a los que no piensan de la misma manera, a los que no sienten de la misma manera. El reconocer las diferencias respetarlas nos permite ubicarnos mejor, ver los puntos de encuentro y ver las cosas que no sirven, que estorban, que recibimos, que reconocemos como nuestras, que profesamos sin saber por qué...

La diversidad hace bonito el paisaje, forma con sus distintas piezas un maravilloso mosaico. La uniformidad querida por algunos, impuesta a los demás, hace sin color el paisaje, ciega a la gente, cierra sus mentes y sus corazones. Un mundo sin diferencias, diversidades, es un mundo estancado inmóvil. El arco iris sin colores deja de ser arco iris, pierde su mágico encanto, deja de ser objeto de admiración, en vez de alegría y esperanza, emana la tristeza.

El arco iris, pasando por el cielo, une dos puntos en la tierra, recordándonos que debemos ser puentes que unen y comunican los unos con los otros. Un puente normalmente comunica las dos orillas, une lo que estaba separado, lo que estaba incomunicado. Es el papel que tenemos todos. Nuestro mundo de la era de las comunicaciones está enfermo, herido, cubierto de muchos caparazones que nos aíslan, que nos separan. Aprendemos tener miedo y desconfianza, aprendemos ser insensibles, aprendemos competir ser auto suficientes, ver en todos peligro. Tratamos las personas como útiles e inútiles en la escalera ascendente de éxito. No nos interesan otros mundos a parte del nuestro, de hecho en la mayoría de los casos, ignoramos la existencia de otros mundos, de la otra manera de ver la vida. Nos reservamos, aislándonos de todos, nuestros espacios que no queremos que sean invadidos por otros. Nos preocupa la impresión que pueden tener los demás, si de repente nos ven en nuestro mundo, si nos ven como somos y no solo la imagen que de nosotros mismos intentamos vender, a los demás. Nos importan más las formas, que el mismo encuentro. Lo que normalmente importa es la casa, los muebles, el vestido, la comida y no el encuentro.

Desde la infancia se nos inculcan las normas de cómo debería ser un encuentro, una fiesta, lo que no se nos inculca es la capacidad de recibir, de encontrar, de disfrutar de la diversidad del otro, de la otra. Si nos decidimos abrir el corazón, si nos decidimos ser puentes, queremos ser puentes de un solo color. El diferente tiene que acomodarse, tiene que despintarse, tiene que integrarse, aceptar el molde que ya tenemos preparado. Tenemos que mirar de nuevo el arco iris, descubrir sus colores, su diversidad y darnos cuenta, que saliendo de los dos extremos nos encontramos en el medio en el punto más alto. Los que caminan mucho en la sierra saben que antes de emprender el camino, hay que revisar el equipaje, solo hay que llevar las cosas más necesarias, útiles, dejando abajo todo lo que no es necesario que estorba, que dificulta la subida, que dificulta el caminar, incluso pone en peligro a la persona que camina.

Un encuentro de las personas diferentes, no debe someter a nadie, imponiendo moldes de uno o de otro, sino nos sitúa en un nivel de conciencia y de comunicación superior, dejando abajo todos los moldes, recordando que cada uno para llegar a este punto de encuentro, tuvo que recorrer su camino. La experiencia de uno se completa y enriquece con la experiencia del otro. Si las experiencias fueran iguales, idénticas en vez de arco que nos permite a los dos ascender a otro nivel, tendríamos una línea recta que nos deja en el mismo nivel, sin ningún enriquecimiento, ni descubrimiento. Al llegar al punto alto de arco iris de encuentro, llegamos a ver el camino recorrido desde un nivel superior. Mirar desde arriba permite mirar mejor, ver más, para poder decidir por donde seguiremos caminando. El arco iris puede servir como propuesta a este mundo nuevo, mundo de migraciones, de encuentros interpersonales, interculturales, interreligiosos, intercontinentales. Tenemos crear un nuevo modelo de relaciones, de intercambios, un nuevo concepto de integración. La sociedad que querremos crear, tiene que liberarse de muchos moldes y prejuicios. Ya no se puede parecer a las antiguas sociedades cerradas o a los nefastos modelos coloniales, no se puede parecer a las invasiones, conquistas, ni ocupaciones. Los que siempre han estado en un lugar y los que llegan a él, tienen que caminar su camino para poder llegar a encuentro del arco iris.

Podemos ver a veces un arco iris doble, que embellece más el paisaje, pero que compromete más. Nos muestra más diversidad y nos recuerda que hay que unir los puntos cercanos, las personas que están cerca y lejos. Tenemos que ser puentes, tenemos que ser caminos que van a encuentro de los que viven cerca y lejos. Tenemos que empezar a comunicar, a armonizar los corazones, las palabras, los sentidos, las miradas y los sentimientos. Sabemos que la misma palabra para dos personas no siempre significa lo mismo2. Para descubrir los puntos que nos unen y nos diferencian. Hay que llagar a escucharnos con respeto sin prisa. Comunicar con las palabras, las miradas, las expresiones corporales y simbólicas: lo que sentimos, lo que soñamos, lo que esperamos, lo que gozamos y lo que sufrimos. Respetar las historias, los dolores de otros, aprender sus historias de vida para entender sus caminos, sus decisiones, sus esperanzas, sus frustraciones. Tal vez lo que nos resulta más difícil, es aceptar y entender los silencios, no intentar a llenar todos los espacios con palabras, con explicaciones, con teorías.

Gracias a desarrollo de los medios de comunicación tenemos más posibilidades de comunicación con personas que están lejos. Todos aprendemos a usarlos y comunicarnos con las personas que no están presentes en el lugar y espacio en que estamos nosotros3. Perdemos la capacidad de comunicarnos con las personas que tenemos frente de nosotros, que tenemos a nuestro lado. Así perdemos la capacidad natural de caminar al encuentro, de construir, de tender puentes. Nos aislamos cada vez más y nos hundimos en el mar de la soledad, perdiendo por completo el sentido comunitario de nuestra vida. Con cada persona diferente, la comunidad se enriquece, se diversifica, se hace más amplia, más fuerte, más preparada para otros encuentros, con la llegada de uno igual la comunidad solo aumenta de número, sin ningún cambio en su sentir, en su composición, en su apertura y su mirada. Tenemos que profundizar más en el arte de armonizar los encuentros, para que no sean tan dolorosos y traumáticos. El riesgo de encuentro, es el riesgo de descubrimiento. Antes de cualquier encuentro tenemos que renunciar la antigua tentación de conquista, de sometimiento, de intento de convencer al que encontramos. No solo esperar sino dar los pasos, crear espacios nuevos de los que nadie se puede apoderar. La madre Tierra es de todos y todos están en su casa la palabra extranjero, es una palabra enana, fría, despectiva, que impide un encuentro verdadero.
Dejemos de sorprendernos por lo que mutuamente nos podemos ofrecer y no rechacemos lo que desconocemos, que el juicio no sea anterior a conocimiento. Todos traemos cosas buenas y malas hay que elegir las mejores. Respetemos las identidades, ayudemos crear nuevas frutos de encuentro e intercambio.

Miremos el horizonte descubriendo su belleza. Somos junto con los demás parte de este horizonte que vemos, y por nuestra diversidad es tan bello.
El arco iris fue la imagen elegida por muchos pueblos, muchas culturas, muchas religiones, como el signo de la presencia de Dios4, signo de unión, de la alianza. El Arco Iris nos recuerda y nos compromete...


Aranda de Duero, agosto 2003

1 Ver “Popol Vuh” libro sagrado de los mayas la descripción de la espera del amanecer.
2 Basta con recordar las experiencias con aprendizaje de un idioma y dificultades con la adecuada elección de las palabras para comunicar con precisión lo que querremos sobre todo si es un idioma de otro ámbito cultural. Eduardo Galeano en su libro “Patas arriba. La escuela del mundo al revés” Siglo XXI 1998 ha hecho unas curiosas reflexiones sobre el lenguaje y cambios de sentido dependiendo de puntos de vista.
3 El Internet puede servir como un medio de comunicación perfecto, desgraciadamente es una comunicación solo virtual y con frecuencia produce aislamiento de los que no la saben usar.
4 El arco iris tiene un carácter muy simbólico en la cultura tenek la cultura maya y en otras culturas. Es el símbolo de la alianza de Dios con su creación Gn 9,12-17

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