Para ser grande por fuera no le daba la talla. Por
eso empezó hacerse grande por dentro.
Ahí no había límites, nadie le andaba midiendo o
tasando. Y como nació en un país mediterráneo, navegaba por los
mares de su imaginación. A donde llegaba su cuerpo, antes ya estaba
su espíritu. En cada viaje recogía sabores, palabras y aromas.
Cuando se sentaba en la sombra, hacía los mosaicos de palabras.
Hablaba de mundos habidos y por haber. Al cerrar los ojos, veía las
cosas que todavía no tuvieron tiempo de existir. Los que lo
escuchaban también con frecuencia, lo hacían con ojos cerrados,
porque la luz del sol quitaba brillo al color de sus palabras. Y
cuando un día se fue a su último viaje sin límites. Quedo
silencio, que seguía recordando a este pequeño-grande viajero de la
sombra de un mango.
Feliz Sábado para Tod@s
No hay comentarios:
Publicar un comentario