El golpeaba. Al principio, cada vez cuando golpeaba,
le dolía la mano y el alma. Con el tiempo su mano se fue
acostumbrando a los golpes, ya no le dolía cuando golpeaba, se hacía
más dura, se hacía más duro. Y él se fue olvidando, que a otros
duele, cuando él golpea. Así pasó un tiempo, hasta que se dio
cuenta, que no había nada entero a su alrededor, nada ni nadie, sin
haber sido golpeado por él. Hasta el espejo había
golpeado, para no ver, el monstruo
en que se convirtió. Entre gritos, llantos y
silencios, escuchó algo que había olvidado. Fue como un rayo que
atraviesa el alma... no lo podía creer... La hija más pequeña, que
apenas aprendía a hablar le dijo Papá.
Feliz Viernes sin Violencia
Feliz Día de Niñ@s
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