Ella andaba siempre encogida. Parecía medio
asustada. Era huérfana, no de padres pero de caricias y mimos.
Chiquita de estatura por su tierna edad, de puntas se ponía, para
alcanzar hacer su trabajo. Las responsabilidades le robaban la
infancia. De todos lados le disparaban las palabras- ordenes. Siempre
metiendo le prisas. Nadie se preocupaba por ella, todos se
preocupaban por el trabajo, que ella debería hacer. Hasta llego a
pensar, que cundo le decían; tonta, torpe, pobre, muerta de hambre,
le expresaban su cariño. Apretaba los dientes cargando cosas
pesadas, hasta que se le rompió uno, ni sabe cuando. A diario
conocía el sabor de lagrimas. De tanto llorar se le nublaba la
vista. Las lagrimas de hoy, eran más saladas y densas. Ahora tiene
otra ocupación, desde que se le nota un poquito el pecho, que le
esta creciendo, se tiene que cuidar de las manos de patrón. Le gusta
la noche, en la parte trasera de la casa donde está su chiquito
cuarto, cierra la puerta y otra vez es niña pequeña. Juega con su
muñeca de trapo, que encontró en la basura y trajo a la casa a
escondidas de su patrona.
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