No era un problema de vista, ningún astigmatismo avanzado, que le
impidiera enfocar bien la mirada, era una inseguridad que la
paralizaba. La misma la tenía presa, raras veces se atrevía
expresar una opinión, y cuando la expresaba, la acompañaba con
muchas explicaciones y justificaciones que nadie se las ha pedido.
Parece que le servían de apoyo, pues siempre ha tenido miedo, que
toda su argumentación se pueda caer como un castillo de naipes.
Evitaba dirigir directamente la mirada, recorriendo con sus ojos todo
el lugar, en un desesperado gesto de búsqueda de alguien, que pueda
validar sus palabras y opiniones. No creí que ella sola puede, que
tiene la capacidad de expresar lo que piensa y siente, sin necesidad
de dar las explicaciones a nadie. Nadie te puede privar de tu derecho
de opinar, hazlo sin atacar, sin agredir. Se directo, dirige tu
mirada a la persona a la que diriges tus palabras.
Feliz miércoles de miradas directas.

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