Su tristeza se familiarizó tanto con ella, que entraba a su casa
sin avisar, ni pedir permiso. Lo hacía sigilosamente, sin que ella
se enterase de momento exacto de su entrada. De repente se veía
envuelta en una melancólica tristeza, sin saber muy bien los
motivos, sintiéndose tan familiarizada, tan bien como en su casa, la
tristeza se quedaba por largos periodos. Mientras ella estaba, no se
admitían otras visitas. Pues casi siempre venía con sus familiares
con; la culpa, el rencor, la envidia, el enojo y la soledad. Estando
ellos dentro ya no cabían otras visitas. No permitas que la tristeza
ocupe todo el espacio. Deja el lugar para la alegría, ella también
quiere hospedarse en tu casa, formar parte de tu familia. Siendo bien
educada, a diferencia de la tristeza, la alegría siempre pide
permiso para entrar. Espera tu invitación. Ábrele las puertas este
fin de semana.
Feliz sábado de alegría.

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