sábado, 8 de agosto de 2015

¡Que entre la alegría!

Su tristeza se familiarizó tanto con ella, que entraba a su casa sin avisar, ni pedir permiso. Lo hacía sigilosamente, sin que ella se enterase de momento exacto de su entrada. De repente se veía envuelta en una melancólica tristeza, sin saber muy bien los motivos, sintiéndose tan familiarizada, tan bien como en su casa, la tristeza se quedaba por largos periodos. Mientras ella estaba, no se admitían otras visitas. Pues casi siempre venía con sus familiares con; la culpa, el rencor, la envidia, el enojo y la soledad. Estando ellos dentro ya no cabían otras visitas. No permitas que la tristeza ocupe todo el espacio. Deja el lugar para la alegría, ella también quiere hospedarse en tu casa, formar parte de tu familia. Siendo bien educada, a diferencia de la tristeza, la alegría siempre pide permiso para entrar. Espera tu invitación. Ábrele las puertas este fin de semana.

Feliz sábado de alegría.

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