Tenía una costumbre que heredó de su abuela. Los domingos
siempre usaba una ropa especial. Lo especial de esa ropa consistía
en la suavidad de las telas, colores agradables que transmitían
calma y la comodidad, libertad de movimientos. Siempre tenía la
sensación de que con la ropa vestía los sentimientos. Los pequeños
complementos hacían la diferencia, dando un toque especial. Sabiendo
mantener un sano y al mismo tiempo muy elegante equilibrio. Ponía un
poco más de paciencia por encima de las tensiones del resto de la
semana. Algo más de calma que hacía contraste con las prisas
habituales. Sin grandes pretensiones, pero con un buen sabor, que
subrayaba su propia belleza y la de la vida.
Feliz domingo de ropa especial.

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