El mundo a su alrededor hacía reconocimientos a los campeones, a
los ganadores. Ella hasta donde le llegaba la memoria no recordaba
nada en lo que podría destacar. Ni en el aprendizaje ni el deporte
superaba la media, siempre ni tan bien, ni tan mal. Y no porque no
tenía aspiraciones, es que no daba más. Todo trataba de hacer bien.
No sentía una envidia enfermiza frente a los compañeros siempre
reconocidos. Sabía aceptar sus límites. Sin que nadie lo supiera ni
ella misma se destacaba en su actitud conciliadora, y capacidad de
reconocer los dones que tenía la gente, sin necesidad de compararlos
con los demás, lo que a la larga llevaba a la gente a sentirse
felices con lo que eran y como eran. Eso sí, sin perder la ilusión
por poder desarrollar más y hacer mejor las cosas que hacían. Creía
que la gente a pesar de todo es capaz de sintonizarse y armonizar en
la frecuencia de la bondad. Trata de hacer las cosas bien, sin
compararte, sin competir, simplemente de corazón. Eso te llevará a
supremo grado de grandeza.
Feliz domingo de cosas bien hechas y bien sentidas.

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