Cuando se despertaba cada mañana abría lentamente los ojos para
ver si el lugar en el que le tocaba empezar el nuevo día en algo se
parece a su casa. Si ese es su hogar. No es que viajaba tanto sino
que por su vida pasaban muchas tormentas que se llevaban la paz y la
tranquilidad. Lo que convertía de repente un hogar cálido y
acogedor en una casa fría y vacía. La tormenta viene, la tormenta
se va. Cada vez que pasaba una le tocaba a amueblar la casa con
nuevas palabras de cariño, gestos de amor, miradas y risas. Poblarla
de buenos sentimientos. Cuando conseguía eso no le daba miedo
levantarse tarde ni aburrirse tremendamente tirada en el sofá,
porque sabía que estaba en su hogar, sabía que estaba en su lugar.
Hay una gran cantidad de casas habitadas por familias, no todas de
ellas son hogares. Haz un esfuerzo que la tuya lo sea. No perfecta
pero feliz. Necesitamos muchas comodidades para vivir bien, pero la
más valiosa de ellas, es sentirse bien, tener su lugar en el mundo.
Feliz sábado del hogar.

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