No pretendía cambiar al mundo entero. Era consciente de sus
limitaciones. Salía poco de su casa y el mundo es inmenso. Pero
sabía que con unas pocas palabras puede endulzar la vida de los que
la rodean, que unos gestos son suficientes para que sus palabras no
se queden en el vacío. Así como se contagian las enfermedades se
pueden contagiar las bondades, todo depende de nosotros. Aunque
algunos pueden mostrar la resistencia no hay que desanimarse. Incluso
sin salir de la casa entramos en contacto con otros y ellos a su vez
con otras personas. La dulce palabra, el gesto amable, la actitud de
respeto y de acogida persistente e insistente, hacen cambiar el mundo
a nuestro alrededor, que ya es mucho. No te desanimes y los dulces
frutos tardan en aparecer, para que aparezcan tanto tú como las
cosas, las relaciones, las actitudes tienen que madurar.
Feliz domingo de dulzura.

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