Miraba el reloj y el calendario ninguno
de ellos se dejaba a sobornar ni suplicando o amenazando cambiaba su
curso. Aunque dos veces por año le quitaban o regalaban una hora del
sueño el resto seguía su curso normal. Hasta aquí todo parecía
bien y absolutamente correcto. El problema aparecía en otro lugar,
él no aceptaba ese paso del tiempo y sus efectos. Siempre quejándose
y mirando hacia atrás, ignorando las posibilidades que había por
delante y la riqueza de las experiencias acumuladas que le permitían
ir con otro paso, otro ritmo por la vida. El tiempo se parece mucho a
las olas en el mar; o subimos a la cresta y nos dejamos a llevar por
ellas o tratamos a luchar contra ellos recibiendo golpes y buenas
sacudidas cayendo en sus remolinos. Déjate llevar por el paso del
tiempo, no lo desperdicies te llevara a un puerto muy pacifico y
seguro.
Feliz martes de subir a las olas.

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