No importa el tamaño de tu felicidad,
de tu alegría, lo que importa es la distancia que te separa de ella.
Cuando está lejos siempre aparecerá un anhelo, una angustia y la
constante actitud de espera. En esta situación corres el peligro de
que la vida entera la pases con la sensación de la insatisfacción
dominante. Esperarás pasivamente para acercarte y puede ocurrir que
incluso estando cerca seguirás esperando por la simple costumbre de
esperar algo y sentir la falta de algo o de alguien. La felicidad y
alegría pueden o incluso deben ser como un pequeño y peludo
perrito, que siempre está cerca y por eso sentimos su presencia. No
lo esperamos al contrario él nos espera nos sigue y acompaña. Trata
de domesticar o si es necesario a domar a tu felicidad y convertirla
en tu mejor compañía.
Feliz martes de felicidad domada.

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