La vida de ella no era un cuento de
hadas. No ha conocido príncipes azules, ni princesas. Los únicos
azules que ha visto eran los pintores de una casa vecina que no se
habían bañado. Tampoco había monstruos o dragones que tendrían en
zozobra al los pobladores. Lo que había en su vida era una
convicción de que su imaginación, convicción y perseverancia le
pueden permitir a vivir las experiencias más hermosas de su vida. Ha
visto claramente que el lugar de los antiguos dragones ocupa el
estrés que se come a la gente, el lugar de su aliento de fuego ocupa
la gastritis que hace arder a los estómagos de los más valientes.
Sentía que no depende de príncipes ni palacios para escribir su
historia. Es ella misma que escribe cada letra, cada palabra y con su
esfuerzo es capaz de cambiar lo ordinario en extraordinario
maravilloso, pero para so tiene que despertar del sueño y dejar de
esperar a los milagros. Nadie hará por ella lo que ella no está
dispuesta a hacer por si misma. El milagro más grande que existe es
nuestra capacidad de transformar a nuestras vidas.
Feliz miércoles sin dragones.

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