Su sueño era tener un teléfono con
auriculares. No para llamar a sus amigos, todos los que tenía eran
imaginarios, pues no le dejaban a salir de la casa, y a ellos les
podía hablar sin usar teléfono. Lo quería para poder escuchar la
música cuando sus padres se gritaban. Ella escondida debajo de la
mesa para que no le alcance ningún golpe ninguna patada soñaba con
escuchar la música que tanto calmaba su alma. Los gritos se le
clavaban en la piel y la sacudían en espasmos del llanto. Hasta
donde llega su memoria siempre fue así. Mientras más ha crecido su
cuerpo, más han crecido sus ganas de huir. No huir físicamente, no
quería dejar a su madre sola con todos los gritos, pero si huir de
los sonidos que hieren y agitan, a un mundo de sonidos que curan y
calman. Aunque tengas razón no grites, porque a tu lado hay pequeñas
personas que sufren, que perciben cada grito como si fuera un golpe.
No entienden de razones solo entienden de amores y el amor no grita
ni usa fuerza.
Feliz sábado sin gritos.

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