Ha tenido unas cuantas soledades que la
invadían en momentos menos adecuados. No sabían ni detener ni
controlarlos. Simplemente salían en unos encuentros entre silencios
y palabras cuando la distancia de las opiniones era mayor que la de
las personas. Salían cuando llegaba este encuentro tan esperado
soñado con tanta ilusión y aparecía una pared más fría que la
indiferencia a la que no eran capaces de atravesar ni los gestos ni
las caricias. La otra muy común que se hacía compañera inseparable
de muchas noches de insomnio. No sabía que puede hacer con ellas. La
única solución razonable parecía la menos lógica, las soledades
pueden convertirse en sus compañeras, señales inequívocas de su
individualidad, su independencia de pensamientos y criterios. Aunque
algunas veces son muy dolorosas también ayudan a sanar y auto
conocerse. No les tengas miedo. Huir de ellas las hace más fuertes y
grandes rompiendo el equilibrio. Y se sabe que cualquier sobredosis
es nociva.
Feliz sábado de conocer las soledades.

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