No le alcanzaban las palabras para
expresar lo que sentía. Cuando era pequeña las trataba de gritar a
todo pulmón. Le decían que se callara, que no hable más lo que le
ha pasado, y como no hablaba le volvía a pasar una y otra vez. Había
momentos en los que dolía más no poder decir nada y el silencio
cómplice de los que sabían y callaban, que el mismo hecho tantas
veces repetido. No servía bañarse frotando la piel hasta enrojecer
en todos aquellos lugares que pasaron sus manos asquerosas. No se
arrancaban los gritos clavados en la piel que crecían y resonaban
por dentro. No quería sentir lo que sentía. No quería que nadie
supiera y al mismo tiempo se lo quería contar a todos, para que no
pese tanto, que no se haga nudo en la garganta. Lo que años se
estaba callando, años se tarda en poder pronunciar y soltar de todo
para que no quede ahí escondido goteando a dolor e impotencia. Nunca
calles a los pequeños que quieren gritar su dolor. Trata de
descubrir lo que se esconde detrás de sus palabras y silencios. Que
tu miedo vergüenza o impaciencia no te hagan cómplice de una
tragedia repetida.
Feliz martes de escuchar con paciencia.

No hay comentarios:
Publicar un comentario