Liz
creció sabiendo lo que debe hacer. Y las cosas que debía hacer, las
hacía a perfección. Siempre fue niña obediente, estudiante
ejemplar, una profesional muy eficaz. Nunca nadie se podía quejar de
su dedicación o competencia. La cosa cambiaba cuando salía del
trabajo y se encontraba con sus amigos, con su pretendiente. Todos se
empeñaban a ponerle una extraña y hasta ahora desconocida pregunta,
que la incomodaba mucho... La preguntaban: ¿qué quieres? Y ella no
sabía, que a parte del deber en la vida hay libertad para elegir y
querer.
Feliz
Jueces de Querer con Libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario