Lucía nunca fue buena alumna. La felicidad la
distraía demasiado. Le gustaba oír voces, mirar rostros. No es que
no le gustaba la escuela, le gustaba y mucho, además era muy
inteligente. Pero en los años que iba nunca le pusieron la pregunta
que tanto esperaba, ni le hicieron examen sobre este tema... Todos la
preguntaban sobre lo que sabe, sobre lo que memorizó. Nadie la
preguntaba sobre lo que siente... Y ella siempre pensaba, que no de
lo que sabe, sino de lo que siente, depende el resto de su vida.
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