A veces se sentaba frente al espejo
intentando encontrarse consigo misma. Se preguntaba quién es esa a
la que estaba mirando. Le parecía conocida y a veces irreconocible,
y no por el peinado maquillaje o una que otra arruga que de repente
aparecía en su rostro sino por los papeles y papelones que le han
tocado en la vida. Los que estaban cerca siempre tenían una lista de
exigencias inmediatas. Quería que fuese una olvidando que también
es otra. Querían ver a la cocinera, limpiadora, lavandera, esposa,
madre, profesional, amiga, vecina y compañera. Era todo eso y mucho
más que eso, no lo negaba, ni se quejaba. El problema era que cada
uno quería algún aspecto de ella de sus papeles de su trabajo en
exclusividad. ¿Dónde quedaba ella con sus sueños y sus miedos, con
sus dudas y sus cansancios? Trabajaba con gusto, pero no era una
máquina. Eso se vuelve un problema frecuente. Entre lo que queremos
ser y lo que somos para otras personas aparece una distancia la que
nos hace sentir fragmentados o incluso rotos. Trata de no perder la
unidad y la identidad entre tantas cosas que te exigen y a su vez no
exijas funciones exclusivas de a olvidando, que hay una persona viva
por detrás con su cansancio y sus sentimientos.
Feliz sábado de unidad e identidad.
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